lunes, 4 de agosto de 2014

El por qué el Milan no ficha como los demás



El título de esta columna no es tan banal como para merecer un comentario. Que levante la mano aquel que no se haya hecho esta pregunta en los últimos años. El problema es complejo y para dar una respuesta sensata es necesario razonar sobre los números y sobre las decisiones operativas del Milan en estos últimos años. Y así el Milan, hace 10 años, era un equipo realmente fuerte, reconocido de manera unánime como el mejor de Europa. El artífice de este éxito era Adriano Galliani.

En Estambul, el Milan vivió un drama deportivo de grandes proporciones pero en ese momento las perspectivas del club eran de color de rosa porque tenía una gran plantilla, el mayor recurso es el tesoro más preciado. Gattuso, Pirlo, Seedorf, Kakà, Shevchenko, Nesta, Kaladze, todos jugadores "monetizables", resultado: ningún traspaso excelente. Se hizo el sacrificio por Gilardino (apoyado por el Presidente, a pesar que Silvio nunca estuvo del todo convencido) y se pensó que la óptica de gestión podía prevalecer sobre la innovación. Fue un error doble. Ciertamente de buena fe, ciertamente dictado por una profunda convicción, pero el problema fue doble. Sobre el campo en realidad el Milan nunca construyó el equipo adaptado para exaltar al máximo a Kakà. Si saltó la  fórmula de Ricky como segunda punta, posición en la cual el 22 no era precisamente el número uno.

Sobre el plano del balance en cambio, a pesar de retener a estos campeones, Galliani no evitó que la montaña de salarios se fuera haciendo cada vez más grande. El Milan así, tras el balance de 2006 cerró en activo por la no prevista cesión de Sheva, empezó una serie de pasividad del balance alimentadas no a la hora de fichar jugadores, sino de una serie de renovaciones de los que ya estaban. Salarios cada vez más altos con finalizaciones cada vez más largas. El canto del cisne de este magnífico grupo de hombres antes que campeones, dieron la séptima conquistada en Atenas, una Supercopa de Europa y el tan deseado Mundial de Clubes. Pero los primeros límites de gestión empezaron a emerger. El Milan el 31 de diciembre de 2007 a pesar de la victoria en Champions con un consecuente aumento de ingresos, cerró el ejercicio con unas pérdidas de 31,7 millones de euros. Era abril de 2008 y ese Milan amenazaba con no entrar en Champions. En ese punto, era el segundo punto equivocado de nuestra historia.

El Milan elige invertir, pero no vende a nadie ilustre y el aumento de los costes de los jugadores con la llegada de Ronaldinho (13 millones brutos por dos años, hasta 16 en el tercero), Zambrotta (cuatro años a 8 millones brutos por temporada), Flamini (cuatro años a 11 millones brutos al año). Tres jugadores que, por sí solos, costaban más de 30 millones brutos por temporada al club. Un coste que aumenta con buenos resultados sobre el campo pero no óptimos. El Milan se mantiene en línea de flotación pero no gana. El equipo es fuerte pero está mal construido. Kakà para rendir mejor necesitaba a un delantero puro, mientras que Dinho para exaltarse necesitaba un equipo mucho más horizontal. Hay una distancia abismal técnicamente sobre la cual el Milan sugre una involución. El balance como no puede ser de otra manera se resiente. El traspaso de Kakà es la única solución. Se gana a nivel técnico, porque eso resuelve el problema del Gaucho, económica porque la plusvalía del Chico de Oro hace casar el balance. No es un error ese traspaso, pero sí lo es pensar que esa montaña de salarios pueda seguir siendo algo sostenible, porque la plusvalía de Kakà dio beneficios el primer año pero no los siguientes.

En 2009, el Milan tiene un coste del personal de 178 millones de euros, con una facturación neta de 247 millones. Em 2010 el coste del personal sube a los 192 millones con una facturación neta de 207. Pero el ápice se toca en 2011 donde el coste del personal sube a 206 sobre una facturación neta de 226. En la práctica, el coste de los sueldos absorbía el 91% de las entradas del club. Una locura financiera. El doble traspaso de Thiago e Ibra, con estas cuentas, era absolutamente inevitable. Esa cifra fue la segunda más alta de toda la Serie A, tras el Inter de Mourinho (234). No es casualidad también que el Inter, tras haber tocado ciertos techos, tuviera que redimensionarse. Desde 2012 Galliani ha invertido esa posición, a órdenes del club, operando una sanación que llevó a descender más allá de 50 millones brutos en 2 años. El objetivo del Milan, hasta que este monstruo de tres cabezas llamado montaña de salarios no se estabilice hasta una cifra compatible con facturación neta, es la aplicar la vieja máxima de inspiración liberal: el empate de balance como una sana y correcta gestión de un club. No es errónea la actual actitud. Lo que no tenía sentido era el anterior modus operandi.

Pero el equilibrio financiero, sin la certeza de los traspasos, es una quimera, sobre todo en ausencia de los ingresos de Champions, una verdadera y real salvación del actual Milan. El dato clave es el siguiente: al 31 de diciembre de 2013, el Milan gastó el 61,3% de su facturación neta en sueldos. Ese valor debe bajar al menos otros diez puntos más y, en el año donde faltan los ingresos de Champions, la plantilla debe ser reducida drásticamente. Para cada entrada se le debe corresponder una salida, no tanto en coste de traspaso pero si de sueldo. No es ciertamente una solución de ensueño pero tampoco es la consecuencia de un cínico destino. Es la consecuencia de una fallida gestión financiera en la gestión de los gatos, que debe recuperar una bocanada de aire. El Nápoles tiene dinero para invertir en cada sesión de mercado, eso es así porque el club de De Laurentis siempre acaba en activo y par ellos invertir en el mercado significa reducir el útil del balance, no incrementar las pérdidas.

Las decisiones del Milan en estos últimos años han sido muy penalizadoras. La autofinanciación fue el camino maestro pero hace falta paciencia para llegar hasta allí. Invocar el fichaje de 20 millones en cada mercado es solo una manera para aplazar año tras año la solución de un problema estructural. No será divertido ni agradable pero las cosas son así. Si se agrega además que, en el actual momento, el accionista mayoritario no tiene la posibilidad de invertir dinero en el fútbol (vean los costes de Fininvest de los últimos tres años) se comprende como la paciencia es la única arma, aparte de la más sabia. Sé lo que estáis pensando. Que Berlusconi debe vender el club. Le doy la vuelta a ese problema citando un dato clave. El Milan, a día de hoy, goza de una línea de crédito a frente ser el patrón de la controlante Fininvest para un total de 390 millones de euros. ¿Están tan seguros que un nuevo propietario sabría hacerlo mejor en el actual momento de crisis del fútbol italiano? La alternativa es creer en la existencia del Tío Gilito. Es una bellísima alternativa. Cuesta cero, se verifica en cada ocasión en cuanto cerramos los ojos. Solo tiene una gran desventaja: no es real.

Fuente: Milan7.it

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